viernes, 29 de abril de 2011

Puto Emo

¡Buscando en baúl de mi disco duro mirad lo que encontré!
Me descojono cada vez que lo veo...

jueves, 28 de abril de 2011

El Humo Azul

Subiendo hacia el techo
en una fila de dos
coloreando el cuarto de aromas
desvelando restos de memoria
envueltos en pasado.

Colapsa los pulmones
apenas puedes respirar
ves cada imagen reflejada
en su tenue naturaleza.

¿Cuánto hace de esto?
Me parece seguir igual que entonces
Ahora se mezcla con el incienso
su mejor pareja para el delito
en noches de recuerdos malditos.

Te evades mientras sale por tu boca
mientras dejas la ceniza
en un cenicero con forma de calavera
pero el humo se queda, sin duda, se quedará.

Aunque siempre está la opción de abrir la ventana
para que se despeje el ambiente, con aire fresco.
Yo no la tomo al menos, no me da la gana de momento.

domingo, 24 de abril de 2011

El Mundo De Los Perdedores

Y dicen que desde su origen, el mundo de los perdedores sólo se hizo una distinción verdadera ajena a la raza, edad o género: el éxito.

Ganadores y perdedores.

Los ganadores, disfrutan de su vida, ajenos a todo sentimiento más allá de su gozo propio y hacer sufrir a los demás. Vida efímera.

Los perdedores, quienes se dedican a aguantar y aprender de cada experiencia. Y en pleno auto-compadecimiento, son capaces de reírse de su situación, afrontarla, y reflejarla en ciencias y artes. Reconocimiento con el tiempo.

Y en la cima de la montaña más alta, en un pequeño y antiguo templo del mundo de los perdedores, está la regla que lo rige:

"Conformaos con lo que sois, nadie os va a ayudar"

jueves, 21 de abril de 2011

De Soberbias Maneras

Esa sensación prepotente y unidireccional, esa ausencia de sentimientos positivos, esa ira incontenible ausente de perdón o piedad, esos deseos de luchar aún estando la batalla pérdida y reflejada en los libros de historia, es el orgullo.

La cabeza bien alta, en busca de una de la justicia que nunca encontrarás, que es negada por la simple casualidad. Y lo único que queda, es una cabeza levantada y un vacio en el pecho.

Y aún así, queda pelear por nada, por lo que nunca será, por lo nunca sido, por lo que ya nada importa. Sin otorgar un perdón que quizás lleve a la calma.

Tragarte los pocos sentimientos positivos porque claro, hoy no te da la gana ser feliz.

domingo, 17 de abril de 2011

Parado

El reloj marcaba las cuatro y media de la mañana. Y hacía rato que no podía dormir, las preocupaciones no le dejaban… no le dejaban. Salió del cuarto, sin despertar a su mujer y se dirigió a su santuario, la cocina.
Encendió la luz blanca insípida, puso a preparar café y mientras recogía los restos de la cena que ensuciaban la cocina. No paraba de darle vueltas a la cabeza, nunca paraba.
Se sirvió una taza, a la vez que se cogía un cigarro del paquete que siempre dejaba preparado la noche antes. Se sentó a la vez que lo encendía en la silla que tenía más años que sus propios hijos, que estaban haciendo los primeros logros para volar del nido, el humo empezó a subir hacia el fluorescente del techo.
Entre calada y calada, se le intercalaban los pensamientos. ¿Qué iba a hacer ahora? Ya era una realidad. Los temores de meses de incertidumbre se hicieron reales en la charla poco alentadora de un mal jefe, ahora, exjefe.

Demasiados tiempo aguantando para quedarse a tan sólo a unos años de una jubilación bien merecida. Nadie contrata ahora mundo despiadado en épocas de crisis, mucho menos de su edad.
El dinero, la estabilidad, no es que no le preocupara, obviamente, parte de su desvelo se debía a eso, pero la familia junta, que eso no abundaba en esos momentos, podía conseguirlo con muchos esfuerzos. Sus hijos ya comenzaban a mantenerse y su mujer, bueno, si su trabajo no iba tan bien como debiera, aún si aguantaba un poco más.

Pero no era eso, lo que le hacía perderse en esa tortura con ataduras de humo y cafeína era la sensación de inutilidad, la impotencia de no haber aprendido lo suficiente para estar en una posición mejor, de no poder decir a los marionetistas “me hace falta” “lo merezco” las verdades como puños que compartía con tantos personas que se unían al club, cuyo número de socios no dejaba de subir y subir. Y más allá de todo eso, que iba a perder esa satisfacción de un trabajo bien hecho y remunerado en su justa medida. Esa realización que sólo conseguimos cuando se disfruta de lo que se hace.

La colilla ya le quemaba entre los dedos impregnados con el olor a nicotina, apuro el poco café que quedaba, y apago el cigarro en el cenicero. Se paso la mano desde la nuca a la cara y ahí se quedo un rato más hasta que no vio motivo para quedarse más rato, así que volvió a su cama, andando descorazonado por el oscuro pasillo hacia el cuarto.

En la cocina no consiguió su paz, más bien fue con la bronca que le echo su mujer, por venir oliendo a tabaco y por andar despierto a esas horas. Ese acto de puro rutina, escondía un trasfondo de cariño, de apoyo, de amor que necesitaba ahí, ahora y que sabía que siempre tuvo y tendría el resto de su vida.

No compartió estos dulces pensamientos con su mujer, nunca lo hacía, porque no hizo falta. Era algo que se sabía.

-La vida sigue, y nosotros con ella – Pensó

¡Apaga la luz y duérmete ya de una vez! – le contestó su voz más conocida.

martes, 12 de abril de 2011

El Viento Se Llevo Lo Que

¡¡¡QUÉ GRANDE SOS TARDINI!!! MAS....TE TRAGASTE LA GUITARRA....


Y si no la habéis visto.... ya estáis tardando...

domingo, 10 de abril de 2011

Cualquier noche sevillana


¿Qué por qué iba andando para casa? Fácil, porque soy gilipollas. Podía haberme sacado hace meses el carnet de la bicicleta. Ahora tenía que ir a pata. C´est la vie. El camino diez minutos pedaleando ahora sería media hora de paseo. Lo mejor en estos casos es comenzar, andar lo antes posible, cuanto antes empieces antes acabas, la música ayudaría en el camino.


Pero, el porqué estaba meando entre un contenedor y una furgoneta, estando mi casa a tan sólo un minuto de distancia, en la última parte del camino, no sé decirlo. Y créeme, si te digo, que en realidad, ese fue el momento de mayor lucidez que tuve en toda la noche, porque fue en el momento que me di cuenta, que deje de mirar al suelo. Durante todo el trayecto a casa observe todo el viaje a casa. Había escuchado la música, había respirado río y verdadero aire. Todo tenía ahora más sentido, más orgullo, más dignidad. Estaba VIVO.

Divagué, sobre porque estaba así, cuando…ocurrió lo impensable hace poquísimo tiempo, ser consciente, ser… ¿feliz? Y en especial, como carajo había llegado allí, era confuso en un primer momento. Recordé la noche. Pequeño concierto de unos grandes artistas. Si hay un perro aquí no se vaya a molestar. Continuos breves pero largos descansos para salir. Encuentros halagadores y reveladores en el baño… Tras eso, agüita amarilla por doquier, rituales y más rituales. Pero me tuve que ir pronto, me moría del hambre, y a esa hora no habría nada abierto, aunque si fuera el caso, daba igual tenía como…unos 8 céntimos en la cartera.

Retomando, ese momento coincidía con el punto de partida de mi trazada de google sevillana habitual, o dicho de otro modo más claro, de mí pateo que te cagas. Sí, ese fue el momento que como dije antes decidí que era gilipollas. Eso era, buen comienzo. Enfundado los cascos, salieron los artistas de esa noche a través de las ondas, los había dejado preparado. Y entre sureños que escuchaba y sureños que me acompañaban, el camino se hizo al andar.
Más avanzado, allá donde la Giralda gobierna, me di cuenta que el chaval de las rastas que aún le quedaba mucho crecer ocultaba con su torcido y ebrio paso, el mío, más sutil y desapercibido. Qué Suerte, qué suerte, a esto que pasaba un grupito de curiosas que no estaban nada mal y nos mirábamos unos segundos. Eché un escupitajo por acto reflejo, adiós a la magia, pero yo me quedé a gusto. Cambió la canción, música de hace tres años… seguía aún aquí. Nostalgia…

Pronto me encontró el rio, tuve que sentarme a mirarlo, ¿cómo no hacerlo? Y liarme un cigarro, con la mirada perdida en las luces de los puentes y edificios reflejadas en el suave movimiento del agua, por pura memoria de los dedos estaba listo. Fascinante. Pero claro, sin fuego. Pedí a la que me habló en ingles en broma, o de verdad, poco me importaba.

Y seguí mi marcha, bailando, total quien me viese iba a pensar lo que le diese la gana, nada nuevo. Pronto se acabó y la vejiga explotaba quizás en respuesta al intenso olor de la aceituna machacada, quizás por el canto pausado de los búhos, quizás por la visión de contenedores de vidrio grafiteados, quizás por todo lo bebido por la noche, más bien.

Y allí estaba yo, pensando y requetepensando, con el suave sonido líquido que superaba de vez en cuando la música de los cascos sin una almohadilla. Cuando me subí la cremallera, vi que menos da una piedra, y que aún menos da una mierda. Estaba ahí, en plenitud. Seguía manteniendo la cabeza alta, por naturaleza. No hacía falta más.

Junto al soniquete de las llaves un último cambio de canción que remato la noche con su punto final, una gran verdad que en el fondo siempre es así: si bien todo esto fue, a mi manera.