martes, 28 de agosto de 2012

Hechizo de lluvia de estrellas


La luna bruja está derramando
sus pelos morenos,
empapados.

Bajo ellos me doy cuenta,
en su aroma está claro,
que la senda sigue
aunque el antes esté quemado.

Y me apetece devorar
su vientre,
como la cocaína, blanco.
Y volar,
 sin nada en mí raro.

Sin conservantes ni colorantes,
un futuro sin palos,
guardando la pureza
de aquellos que están extraviados.

Sigo oyendo vuestra música,
vientos,
sin vosotros sólo respiro
panoramas viciados.

Y aquí estoy, hasta allí de momento
he llegado,
y si no vuelvo, fue un placer,
encantado.

jueves, 16 de agosto de 2012

Olor 11 : Amador



Ya en pleno grito de un tremendo orgasmo comenzó a sentirse culpable. 

Aún sentía el miembro de ese hombre  en su interior, el aroma de sus sudores todavía no se diferenciaban...¿por qué carajo después de un buen polvo no dejaba de pensar en Amador?

Cansada, se tumbó con la cara colorada de esfuerzo y vergüenza mientras su compañero de cama a ahorcajadas intentaba hablar, cosas que a ella no le importaban nada. La voz de aquel tipo se perdía en lejanías de indiferencia mientras su pensamiento se inundaba de momentos con Amador.

No importaba lo que hiciera, con quien estuviera, volvía tarde o temprano  a su mente, a él, porque era el único que la llenaba, el único que la saciaba, el único que la escuchaba y la comprendía, ¿por qué era el único que la quería?

Horrorizada por ese sentimiento de apego, le pidió usar la ducha al ahora y por siempre desconocido.  Una vez vestida y cruzada la puerta no volvería a verlo en su vida.

En la calle, la luna aún le quedaba una sonrisa creciente y el frío ya no era tan duro, no obstante se acurrucó en su rebeca, intentando averiguar el champú del desconocido que es lo único que sacó en claro de ese encuentro.

Temblando, sabía que en casa se lo encontraría, que Amador estaría allí porque vivían juntos.

Siempre estuvo en su vida de alguna forma y otra, eso era innegable. Daba igual la distancia de los viajes de trabajo o las fiestas que de una cerveza pasaba  un fin de semana de locura (cómo había sido ese). Amador volvería a su mente y ella a casa con él.

Y cada día esa preocupación de atarse a algo le destrozaba los nervios y la amargaba aunque sabía cómo acabaría el asunto, en un cara o cruz amañado donde terminaría con Amador, con nadie más.
Cuando las llaves dieron el giro completo, la casa estaba en sombras. Fue sin encender las luces a su cuarto. Se desnudó, y se estiró al máximo en la vacía cama de matrimonio. Sacó a Amador del cajón acercándolo para sí, lo observó y acarició detenidamente antes de rozarlo de forma suave contra cada parte de su cuerpo hasta llegar, como el que no quiere la cosa, a su entre pierna.


"Sólo te quiero a ti"


Conectó su modo vibrador disfrutando por enésima vez que lejos estaba de  ser la última. Mientras comprendía la feliz sensación de un sano compromiso.