Fortuito
En el momento que se cruzaron sus miradas, ambos sintieron atracción de verdad,
irrefrenable, eso que se llama por allí flechazo, pero totalmente carnal,
sexual. No se conocían de nada, eran dos desconocidos en un bar cualquiera
unidos por el azar, en un bar de mala muerte lleno de buena música y mejor
gente.
Él había sido arrastrado por sus amigos a salir cuando aquel día no le apetecía
una mierda. Nunca le apetecía hacer nada de primeras.
A ella gustaba de salir, sola o acompañada, daba igual, la cosa era huir de su
casa y olvidar. Esa noche era de esas que salía sola. Lo hacía a gusto.
En circunstancias normales, quizás hubieran pasado del tema
y ni abrían llegado a tontear, pero quizás fuera la luna llena o las botellas de
cerveza que habían tomado y que ambos hacía demasiado rato, habían dejado de
contar.
Entiéndelo como conexión instantánea o como quieras, la cosa
es que estaban a punto, calientes como un motor encendido durante días. Tenían
la libido tan a flor de piel que parecía alguien más en el bar.
Los guiños y los gestos comenzaron a ser más frecuentes
entre los dos, llamándose la atención. Reclamándose por derecho.
Los ojos verdes de él, no dejaban de mirarla de arriba
abajo, sus curvas, su cara, su culo, su sonrisa, sus pechos, su pelo. Sonreía
por la inercia de ver algo tan bonito.
Ella pasó por alto parte de su pinta desaliñada. Le encantó que fuera tan alto,
y sobre todo su espalda, que no su culo, su espalda, a saber por qué.
Decidió tirárselo, porque seamos sinceros, lo deciden siempre las mujeres, así
que agitó sin dudarlo la cabeza dirección al baño. Él no iba a ser tan tonto
para rechazar la oferta y no tardó en ir detrás de ella.
No hubo mucha conversación cerrado el pestillo del wáter en
el baño de mujeres. Sus cuerpos estaban pegados, sudados, ardientes. Las
lenguas entrelazadas no daban espacio a un diálogo entretenido, más bien a
ninguno.
Tardaron poco en quitarse la parte de la ropa necesaria para operar en esos
casos, y probaron sin tapujos todas las posturas y formas de sexo que se puede
hacer en esa situación. Los detalles los pones tú, imagina, imagina. Imagínate
que eres una de las chicas que está retocándose frente al espejo, escuchándolos
gemir de placer, golpeando las paredes en un forcejeo sexual maravilloso y placentero
para los participantes. Sólo podrías sentir envidia de no ser tú, el que está
disfrutando de tal momento, de ese tipo de sexo, de esa libertad.
Entre suspiros y gemidos terminaron por fin y se quedaron un
largo rato abrazados. Mirándose a pocos centímetros de distancia entre las
caras, sin decir absolutamente nada.
Ella se repuso primero se marchó y se fue. Él, reventado con una sonrisa que
parecía sujeta por grapas salía del cuarto de baño unos minutos después, entre
las mujeres que entraban acusándolo de pervertido mirón y sus amigos que lo
vitoreaban y hacían chistes sobre el acontecimiento. Lo que os digo, envidia.
Envidia por todas partes.
Para entonces, ella ya estaba de camino al parque debajo de
su casa, que estaba bien lejos. Le gustaba parar a echar un cigarro y escribir
en un cuaderno pequeño que llevaba a todas partes, sólo en esas ocasiones en
las que había sido feliz, había disfrutado de verdad.
Apenas tenía 5 hojas rellenas, pero ella se sentía orgullosa
de cada palabra y de cada coma y claro, de los sucesos que habían hecho
posibles esos textos.
Y ya sentada en su banco, escribió:
Dicen, que la llama
más fuerte,
es aquella que se consume más rápido.
Por eso es y será, la más bella.
La más pura de todas.
Llevado al ámbito de polvos,
esto ha sido una maravilla.
No me acuséis de basta,
peco de feliz.
Lo leyó una y otra vez mientras se consumía el cigarro.
Claro, corto y conciso, además seguramente sólo lo leería ella. Empezaba a
clarear el sol en el cielo, entre los edificios y los árboles que se podían
contar con los dedos de las manos. Ella guardó su cuaderno y se fue a casa.
Para entonces, él ya hacía rato que estaba dormido en su
cama, tan feliz, que hasta le dolía estar tan bien.
Siempre se acordarían
del otro, aunque no se volvieron a ver nunca más.