El sol era tapado constantemente por unas nubes perezosas.
Sus clareos quemaban la piel y en las sombras se helaban los huesos. Como
siempre iba apresurada a los sitios, se entretenía por cualquier cosa que la
hacían llegar tarde a todo lugar.
Atajó por el parque que tanto conocía, que demasiadas veces
había pisado. Sin darse cuenta que sus pasos la llevaban por el terreno del Banco.
Otras veces, habría pasado por ahí como si nada preocupase más su mente que en
cumplir los objetivos del día. Pero quizás el suave viento que arremolinaba los
restos de hojas muertas y algún que otro papel inservible entre sus pies la
hizo recordar en ese momento, que tenía que ver ese sitio con ella.
Pensó en él, lo cual la hizo apretar su bolso y detenerse un
segundo para luego quedarse mirando fijamente el Banco. Hacía tiempo que no
pensaba en aquellos días. ¿Qué sería de él? Ahora eran dos desconocidos.
Analizó palmo a palmo las formas, las características del Banco enlazando
cada molécula del mismo con cada imagen de los recuerdos de su memoria.
El color verde de la pintura descascarillada por el uso. Todos
los besos que se dieron. La vista de frente que daba a una fuente apagada hace
años. El silencio de su mirada antes de besarla. La muesca en el centro de la
última barra de metal del asiento. La primera vez. Los dibujos de una docena de
parejas de corazones relleno con distintas iniciales. Sus promesas incumplidas
con él por el escaso tiempo juntos.
Sintió nostalgia de ese tiempo y odio por la rareza de la despedida.
Quizás si le llegó más adentro de lo que esperaba y su ausencia le dolía en
momentos como estos. Pero ya no estaba, se fue, por todo y por nada se fue y
ella de ninguna forma pudo detenerlo y tan sólo le quedaba eso, sus recuerdos.
Quiso volver a fumar.
No obstante miró el reloj apresurada. Llegaba tarde, y echó
a andar. Ya poco podía demorarla en su camino, pero por si acaso, no volvió a
pasar por el paseo del Banco.
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