miércoles, 22 de enero de 2014

Tres galgas

Ante mi coche, desde la oscuridad,
se abalanzaron cariñosas
atacando mi ventana cerrada
y más que cerrada.

Una era pequeña, extremadamente delgada
aun así sonriente, payasa
muy picara.

Otra era soñadora, simplemente feliz
aunque bastante torpe y despistada.

La última más oscura, casi la atropello,
y a su alrededor, tenía un halo
que traía desgracias a su dulzura.

Sabía que disfrutaría con ellas,
que las noches se me alargarían
más allá de las horas de cualquier reloj
jugando con ellas.

Pero tuve que abandonarlas
a su suerte,
no cabían en mi casa.


Además me esperaba la canela en rama.

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