Discutían a voces a mitad de camino a la casa de uno de los dos e incluso estaban a punto de llegar a las manos:
- Eres un paranoico que me corta las alas Andrés. Para ti todo está mal siempre está mal.
- ¿Y tú? Eres una egoísta y me pones celoso adrede.
- ¡Basta! ¡Basta! Suéltalo. Dime de una vez todo lo que piensas. Ahora o nunca.
¡CORTEN!
Era uno de esos pocos momentos en los que la conciencia de él le apartaba del mundo. La conciencia es algo bastante extraño y adaptable, en muñecos de madera puede ser un saltamontes o simplemente, puede ser un breve susurro tras la oreja izquierda.
Para él. Se transformaba en un director de cine con el que podía discutir su película, la película de su vida:
-Pero a ver, alma de cántaro, ¿qué es lo que pretendes de ella? ¿Qué quieres de ella? Lo quiero todo, me encanta como es, me fascina.
-¿La amas? De todo corazón como no lo he hecho con nadie.
-¿Qué le dirías con más calma? Que es mi mundo y que a pesar de todo cada día doy más gracias que el anterior de haberla encontrado.
-Entonces…. ¿por qué a veces la reprimes? ¿Por qué discutes por discutir? Bueno… es que a veces no piensa como yo.
-¿Tanto te importa eso? Para nada, puedo comerme mis neuras y mi orgullo. Aceptarla como es porque me gusta como es.
-Perfecto, ese es el rollo. ¡Sigue ahí! Bien, ese es el sentimiento, ahora sólo tienes que soltarlo, y ahora….
¡ACCIÓN!
-¿Sabes lo que eres, Ana? ¡Una puta! ¡Puta! ¡Más que puta! Me has arruinado la vida. Vete, vete y no vuelvas seguro que te falta tiempo para agarrarte a la polla de otro. Zorra.
¡MIERDA! ¡CORTEN!
La comedia romántica con final feliz no se llegaría a estrenar nunca en las mejores salas.